domingo, 11 de abril de 2010

HISTORIA DEL CLUB CHUMBALAKA

El centro neurálgico de la pandilla era la calle Corral del Rey. En el distrito del Barrio de Santa Cruz y cerca de la Alfalfa, en la parroquia de San Isidoro. La calle Corral del Rey, era una calle estrecha pero que era una vía de comunicación con el entorno de la catedral y la Plaza de San Francisco, los días de Corpus Christi pasaba por ella, desde primeras horas de la mañana, una muchedumbre , camino de la plaza antes citada. Igual ocurría el día de la Inmaculada, aunque por la tarde. En la época de culto del Cautivo, las colas del besamanos recorrían la calle y eso que la iglesia de San Idelfonso estaba a trescientos metros. En realidad y según Blanco Freijeiro, catedrático de arqueología de la Universidad de Sevilla, esta calle era parte del cardo máximo fosilizado de la Hispalis romana. La calle principal de norte a sur, de ahí su denso tránsito. Más tarde en época visigoda en Corral del Rey estuvo situado el palacio del rey visigodo, de hecho había un capitel corintio de origen visigodo que lo habían adoptado para su arquitectura. Estaba situada en la cota 17, la más alta de la ciudad que dos mil años a.C era un islote del lago Ligustino según el geógrafo y explorador griego Estrabón, ahí estuvo el primer asentamiento humano de la actual Sevilla, el pueblo turdetano, descendientes de los tartessos. En esta calle también estuvo ubicado un estudio de Bartolomé Esteban Murillo, en el plano de Pablo de Olavide, de 1771, ya aparecía la calle con su nombre actual, actualmente los modistos Victorio y Luchino tienen sus estudios en las inmediaciones, pero lo que le dio fama, prestigio y vida a la calle Corral del Rey fue el Club Chumbalaka, quien no conoce la célebre sevillana que dice: La calle Corral del Rey Que la rieguen de romero Que van a pasar por ella  siete chumbalakas buenos.                                                                                                                                                Veni, vidi, ligui: Como vecinos de la Sevilla romana éste era el lema del Chumbalaka, “Llegué, vi, ligué”, un tributo a Julio César, fundador de Hispalis. No eran unos playboys, pero en términos futbolísticos tenían un alto porcentaje de aciertos de cara a la portería contraria. Había otra gente, “La Mancuerna”, eran especialistas en ligar con extranjeras, muy guapas, pero muy “sosas”. Las paseaban orgullosamente por la Avenida de José Antonio, hoy de la Constitución. Los chumbalakas se dedicaban al producto nacional, especialmente las turistas españolas, pues las recatadas españolas de la época cuando salían de su entorno se olvidaban el recato en su mesilla de noche, eran quizás menos espectaculares pero entendían los chistes y tenían más gracia. Por lo general no eran muy partidarios de la exhibición, más bien todo lo contrario. Si el célebre personaje de la tele, Félix Rodríguez de la Fuente, los hubiera estudiado hubiera dicho con su entonación característica: “El chumbalakus hispalensis en la época de celo, busca incesantemente a las hembras foráneas que llegan a Sevilla, para iniciar su ancestral rito primaveral de apareamiento, o al menos intentarlo. El resto del año el chumbalakus sobrevive merced a las incautas féminas del territorio sevillano”

Los miembros:
Ángel Luís, José Manuel, Juan Carlos y Pedro. Núcleo primordial de lo que luego sería el Club Chumbalaka. Ángel Luis y José Manuel eran los guapos oficiales, eran capaces –especialmente José Manuel- de inventarse los rollos más increíbles para ligar. Les contaban a las niñas que estaban acabando los estudios de ingenieros, o arquitectos, o cualquier otra cosa, sólo la exagerada candidez de las chavalas podía permitir que se creyesen que un tío de 16 años estuviera a punto de ser licenciado. En ocasiones eran la infantería para romper las defensas, pero cuando éstas habían caído aparecían Juan Carlos y Pedro, los “graciosetes” y les buitreaban a las niñas. Otras veces eran Juan Carlos y Pedro los que abrían el fuego y los guapos aprovechaban de la escabechina. José Manuel era el más temerario de todos, con una diferencia abismal respecto al más próximo. No le daba miedo nada, ni vergüenza, embustero y simpático a más no poder, además era una auténtica mula, con una fuerza natural increíble. Cuando le daba lo que el llamaba una “averiguación” agarraba al más próximo, por lo general Pedro, le daba el “abrazo del oso” mientras sacaba manos de no se sabe donde y clavaba sus nudillos en las costillas de la victima haciéndolos girar sobre las mismas. A el le parecía muy gracioso, le llamábamos “El Caso Extraño”. Ángel Luis, tenía un lunar en la mejilla derecha que le daba un aire especial y hacía furor entre las niñas (digo que tenía un lunar porque más tarde en su madurez lo perdió al afeitarse). Era un “manitas” y muy buena persona, pero discutir con él -cosa frecuente porque siempre pensaba lo contrario de lo que pensaba cualquiera- adquiría carácter de bronca. Lo llamábamos “El Desagradable”. Si estabas discutiendo con él y de golpe le dabas la razón para no discutir, él te solía responder: “a mi no me vayas a estropear la discusión”, era imposible no discutir con él. Ahora, en ese sentido, está peor todavía, genio y figura.

Juan Carlos, inteligente, siempre estaba diciendo frases con doble sentido, las chavalas se partían de risa con él, su irresponsabilidad ante el peligro era proverbial, se montaba, por la noche, en la moto con Eduardo que como él no veía “tres en un burro” y cuando Eduardo preguntaba para donde era la curva que parecía aproximarse, a Juan Carlos, en el sillín trasero le daba la risa floja.                                                              Pedro, era, por lo que se refiere al sentido del humor, por el estilo a Juan Carlos. De la misma forma que Ángel Luis y José Manuel formaban tandem, Juan Carlos y Pedro también lo hacían. Pedro tenía dos pasiones: la música y la lectura, cuando las hormonas se le alborotaron el sexo entró en la terna, Pedro arrinconó su timidez en el altillo del armario y se lanzó al procelosos mundo del “aquí te pillo aquí te mato. Como era más partidario del diálogo que del monólogo, y como la avaricia es un vicio y compartir una virtud, Pedro, joven virtuoso, decidió compartir sus estrenadas cualidades con sus semejantas lo que en realidad era una característica común de los “chumbalakas”, que azotados desde pequeños por los curas preveníendolos sobre los peligros del “pecado solitario”, que según los “experimentados sacerdotes” provocaba llagas en el paladar – se cree que más bien producía problemas de callosidades en las manos- optaron por el “pecado solidario”, en pareja y si había ocasión en colectividad, de ahí nacieron las fiestas de la “difi”, de cuya historia podrán documentarse los lectores ávidos de cultura un poco más abajo. Por lo demás el sexo en compañía proporcionaba ocasión de hacer nuevas amistades, charlar, etc.               Marcelino: en el Chumbalaka había gente de todas las tendencias, políticas, religiosas, futbolísticas, etc., incluso estaba Marcelino al que le gustaba trabajar. Era primo de Juan Carlos y Ángel Luis, que no lo habíamos dicho antes pero eran hermanos. Se acercó al Chumbalaka en una época en que estaba peleado con su novia Nieves, cuando se arregló de nuevo con ella desapareció, al parecer novia formal y Chumbalaka eran conceptos antagónicos.
Manolo Díaz:  Era chico de confianza de Benito Villamarín, que por aquellos tiempos era presidente del Betis, era un importante exportador de aceitunas. Solía enviar felicitaciones navideñas a las embajadas de los países de sus clientes y a importantes empresas del ramo. El encargado de echar aquellas a correos era Manolo que se las llevaba previalmente al Chumbalaka donde, encima del membrete de Benito Villamarín, les ponían una pegatina del Club. En respuesta, en el mismo, se recibían por Navidad felicitaciones de las empresas más importantes y embajadas extranjeras. Fue de los primeros en entrar a trabajar en el Corte Inglés cuando esta empresa se instaló en Sevilla a mediados o finales de los sesenta. Los empleados de esta empresa estaban todos cortados por el mismo patrón, Manolo se salía del mismo, tenía personalidad, el Corte no iba con él (como iba a ir con el Corte un tío que no se cortaba ni un pelo). Tenía ideas innovadoras, diez años antes de que las pipas de girasol se comercializasen en bolsas de plástico ya se le había ocurrido a él la idea, pero en la pandilla eran demasiado jóvenes como para conseguir financiación, lo mismo le pasó con el gazpacho envasado, esto no se hizo hasta la Expo de 1992. Fue pionero en instalar máquinas expendedoras de preservativos en locales públicos en España.
Le llamaban el “Suave”, pues a lo tonto a lo tonto se llevaba al huerto a toda la que se confiaba. También le decían el “Lacio” por su aspecto desgarbado. En asuntos de la pandilla Manolo siempre llegaba tarde, no diez minutos ni un cuarto de hora sino varias horas, además si les decían algo al respecto miraba con cara de inocente y respondía: ¿Qué pasa, no he llegado acaso? La única vez que llegó puntual fue en sus funerales si hubiese dependido de él habría hecho esperar un buen rato al respetable”.                                              Juan Francisco: Llegó a la pandilla de la mano de Juan Carlos con el que coincidió en un colegio. Era un gran conversador, podía pasar horas con uno intercambiando ideas, problemas y cosas así. Entendía mucho de enfermedades, le encantaba el tema, presumía de su distonía neurovegetativa, el resto del grupo no podía competir con él en este aspecto, todo lo que se podía oponer a su “glamourosa” distonía eran una vulgar halitosis o un dolor de callos. Se pensaba que se iba a hacer médico, pero como le gustaban más las enfermedades que la medicina prefirió hacerse enfermo. Junto a Juan Carlos y Pedro integraban una sección semiclandestina de los chumbalakas, los 15 Pesetas, (quince pesetas eran tres duros) comprueben el “inteligente” juego de palabras. Mientras Ángel Luis y José Manuel perdían el culo tras las niñas, los quince pesetas se lo tomaban con más filosofía cosa que a veces resultaba bien y a veces no pero cada cual tiene su estilo.                                                                                                                                                       Eduardo: Fue el último en llegar al Chumbalaka. Cualquier cretino que se pasase dos o tres horas sentado en un escalón en la calle esperando la deliberación sobre si se le admitía como socio en el club demostraba el grado de insensatez requerido para ser un chumbalaka. Además era un niño superdotado, lo comprobaron un día que se bañaron desnudos en los lagos de Villaverde. También poseía una fijación compulsiva con destripar cualquier aparato electrónico que cayese en sus manos. A la madre de Pedro le cogió una radio para arreglarla y ya no la volvió a ver. La madre le preguntaba: Pedro ¿Cuándo va atraer Eduardito la radio?, y Pedro tenía que inventar cosas increíbles: “Mamá es que tiene estropeada la carcasa de los megahercios y se le han desparramado los amperios, tienen que mandar la pieza desde Hamburgo”. Menos mal que en el ínterin se inventó la televisión -o al menos en España fue como si se hubiese inventado- y la madre de Pedro se compró una y ya se le olvidó el dichoso aparato de radio. Era el freudiano de la pandilla, le encantaban las chavalas con problemas psicológicos. Cuando dejaba a una chica en su casa le encantaba relatar los problemas de la misma y su diagnóstico. Tenía un sentido del humor inteligente que se complementaba perfectamente con el de Juan Carlos y Pedro, los tres eran una especie de Groucho Marx fusionado con Tip y Coll y Woodie Allen, mezclados en una coctelera y servido en una elegante copa de plástico barato.

Los "guateques"
La creación del Club Chumbalaka tiene una fecha fundacional el 28 de Diciembre de 1962 (día de los Inocentes), coincidió con la gloriosa época de los "guateques". Un guateque era una  cosa muy divertida especialmente si tenemos en cuenta la España gris y pacata del franquismo, si bien el régimen de don Paco ya había empezado un proceso de apertura comercial al exterior, que comenzaba a producir unos cambios, indeseados por ellos, en aspectos diferentes a los comerciales. El turismo, los viajes al extranjero, la música. Incluso en la Iglesia Católica se produjeron cambios (Vaticano II), de hecho la mejor emisora musical era Radio Popular, que además tenía un Cine Club de lo "más progre", !quien hubiera imaginado que Radio Popular  hubiera sido el germen de la actualmente "super carca" Cadena Cope¡.

Pues bien por aquella época, principios de la década de los sesenta, que los jóvenes españoles vivían entre el disfrute de las nuevas tendencias que entre rendijas entraban y la envidia de ver por la televisión y a través de los turistas de la forma tan diferente que se vivía en el extranjero, se crearon su pequeño mundo de libertad. Los Domingos, por la mañana a misa y por la tardes al cine o a los guateque, hasta las diez de la noche en que las niñas se recogían. En verano hasta un poquito más tarde.

Los guateques del Chumbalaka se empezaron a realizar en casa de Pedro, que tenía un patio grande y una familia paciente. En la tabla de la plancha de la madre de Pedro escribieron un cartel con el nombre  del Club Chumbalaka, los domingos lo amarraban a la parte alta del quicio de la cancela,  por la mañana venía el repartidor de Cruzcampo y el de Coca Cola, gestión del "Presi" Manolo Díaz que llegó a entrevistarse personalmente con los directores de estas empresas a los que el Chumbalaka les cayó en gracia y les proporcionaban mostradores y neveras de la época. Marcelino era el encargado de la barra, se vendía barato sin la intención de hacer el negocio del siglo, sólo lo suficiente para obtener fondos para las actividades, como la compra de bebidas o de discos, cuestión ésta última de la que se encargaba Pedro que pondría con esto los fundamentos de su posterior carrera en el mundo discográfico y radifónico, disc jockey y productor musical. Durante el guateque había diferentes actividades que atender, la venta de tickets, servir bebidas, cerveza, refrescos o coca-cola - no había bebidas duras- poner música, etc., establecíamos turnos para que no hubiera "pringaos". La música era de lo mejorcito de la época, Beatles, Rollings, Elvis, Brincos, Sirex, más tarde ya sobre el 66 o el 67  Hollies, Beach Boys,  Doors, Memphis Soul, etc.

La mejor época del año era la Semana Santa, ¿por las cofradías?, ¿la música de las bandas?, ¿el olor a incienso?, ¿el azahar?, seguro que si se le pregunta a un capillita actual te dira que por todo esto. Para los Chumbalakas la Semana Santa, aparte de sus atractivos que nadie ponía en duda, era la época que los cazadores denominan "final de la veda", durante una semana las niñas tenían permiso para llegar tarde a casa, para ver las procesiones y las entradas en los templos que siempre eran tarde. Se podía estar con las chicas hasta la una o las dos de la madrugada. Los mejores "fiestorros" se celebraban en esa época.En realidad los Chumbalakas tenían un calendario lunar propio, celebraban a Don Carnal en plena Cuaresma.
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La Dififersu. Una institución en la historia del Chumbalaka. Mayo del 68 francés, movimiento hippy en California, sus influencias en el pensamiento político y sexual llegaron a España, muchos no se enteraron y muchos adoptaron hábitos diferentes aún sin saber de qué iba aquello.Los chumbalakas políticamente estaban bastantes alienados como casi todo el mundo en España (excepto universitarios y movimiento obrero), pero en el aspecto sexual se pusieron al día rápidamente, la juventud femenina comezó una etapa de búsqueda y dejaron de resistirse a su propia naturaleza. La Dififersu fue la segunda etapa tras la de los guateques más o menos inocentones con algún que otro “magreíllo”. El nombre del lugar tiene su “porqué”. Resulta que Manolo, Juan Carlos y Pedro estaban realizando unos cursos de Diplomados en Fitopatología y Fertilidad de Suelos y acondicionaron para estudiar un viejo lavadero en la azotea de Juan Carlos y Ángel Luis, local de estudios que proyectaban se convirtiera en la oficina principal de la empresa que pensaban crear para liberar al agro andaluz de leptinotarsas desemlineatas, conorrinchus mendicus, barathas brasicae y otros enemigos de las cosechas. El nombre de Dififersu estaba compuesto por la primera sílaba de cada palabra de la diplomatura antes mencionada. Como todas las empresas tienden a diversificarse, reciclarse o reconvertirse, la “difi” (nombre familiar) también lo hizo. Con unos pequeños cambios decorativos, forrado de las paredes con arpillera, asiento corrido a lo largo de la pared, manufacturado a base de cajas de Cruzcampo, ¡que gran compañera de viaje!, sobre el que se colocó una gruesa goma espuma y todo debidamente forrado, se le añadió un sistema sonoro Hi-Fi para ambientar cuyo altavoz estaba escondido en la chimenea, y el uso fitopatológico se complementó con el área de relaciones e investigaciones sociales, o lo que algunos denominaban simplemente “picadero”. La “difi” tenía inconvenientes y ventajas. Entre los inconvenientes estaba el que al permanecer la luz apagada durante las reuniones sociales no se podían realizar ciertas actividades, como hacer ganchillo o leer “El Quijote”. En cambio y en el lado positivo la oscuridad permitía, previo acuerdo interchumbalaka, salir al exterior con la excusa de ir al servicio, al aire libre en la azotea, que permitía evacuar líquidos mientras se contemplaban las estrellas –los chumbalakas eran en el fondo unos románticos empedernidos- y al volver ocupar un lugar en el banco corrido (pero limpio) al lado de otra chica diferente mientras que el otro compañero hacía lo propio en el asiento que quedaba libre, la mayoría de las veces con la complicidad de las chicas a las que el truco les venía muy bien para salvaguardar su inocencia. Esto permitía solucionar el problema de la endogamia, y sirvió a Rodríguez de la Fuente para su tesis “Los hábitos amatorios de los chumbalakas en plena oscuridad” que junto a la célebre teoría del “Apareamiento de la mosca común en pleno vuelo”, formaban parte de la cumbre de los estudios sobre comportamiento animal (nunca mejor dicho lo de animal) que hubieran sido un best seller mundial de no ser porque alguien con sentido común los archivó en un contenedor de basuras y acabaron en un vertedero, lugar para el que desde luego reunían méritos sobrados.

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